Llego para quedarse

A lo largo de la historia de la humanidad, desde la invención misma de la rueda, o la conquista del fuego,  el surgimiento de determinada tecnología, invento o descubrimiento, ha llevado a las diferentes sociedades a experimentar distintos grados de cambios hasta el punto mismo  que dejan de ser lo que eran anteriormente.

Recordemos lo que significó para la evolución misma de la raza humana, el solo hecho de dejar de ser recolectores y cazadores para convertirse en cultivadores y criadores. Fue un paso que con el tiempo dio origen a nuevas estructuras sociales como pueblos, ciudades y por qué no, imperios. Todo esto en conjunto implicó para los hombres cambios no solo en su manera de pensar sino de actuar y lo más importante interactuar. Nuevos códigos, nuevas creencias, nuevas leyes de conducta.

Y de la misma manera llegaron en su momento otros sismos, la revolución industrial con la invención de la máquina de vapor, la era de la tecnología con el computador para dar paso a la actual era del internet.  Todos como se había planteado inicialmente, han significado una reconstrucción de las relaciones establecidas al interior de las sociedades, llevando a una constante redefinición de muchas de las formas que le daban sentido a la vida de cada persona.

En este aspecto la educación nunca ha estado exento de toda esta dinámica, llevando sobre sus hombros la labor de reconectar lo anterior con lo actual. Podemos decir que esta misión no ha sido fácil y no tiene por qué serlo. La acción mediadora de la educación en todos los niveles de desarrollo de la persona, juega un rol fundamental para permitir que cada generación pueda similar y conectarse con sus nuevas realidades surgidas  gracias a esos nuevos cambios.

La pregunta para reflexionar es si la educación al interior de cada sociedad como sistema, está pronta y efectivamente reaccionando a estas nuevas realidades con el fin de activar su acción mediadora acorde a estas nuevas circunstancias y no enquistada en parámetros y principios que para las nuevas luces ya pueden y ser obsoletas.

Romper paradigmas y más aquellos que se han sedimentado profundamente dentro de las sociedades, ha sido un reto para toda la comunidad educadora que en su momento ha tenido que enfrentar  esos cambios, muchas veces imprevistos  y para los cuales no se tenía una respuesta oportuna. ¿Será que la educación como establecimiento, sí está preparada en su función orientadora para que pueda asimilar las nuevas condiciones y facilitar que cada generación entienda los cambios y los pueda asimilar para su bienestar y no para generar más conflictos? El punto a juzgar es entonces hasta qué nivel la comunidad educativa es lo suficientemente flexible como para entender y acomodarse rápidamente a los nuevos retos y posibilitar desde el aula una transición menos traumática y más natural cuando los cambios sociales así lo exijan.

La era digital y la incursión de las nuevas tecnologías en la comunicación y acceso a la información hoy en día representan el mejor ejemplo de lo planteado hasta el momento. El mundo virtual, el flujo y acceso a la información, la adopción del celular, la tableta, el computador, ha dejado no solo un nuevo lenguaje, sino toda una nueva forma de pensar. El reto para todo educador es entonces ver cómo  no quedarnos atrás frente a esas nuevas generaciones,  y poder ser partícipes no solo como educadores sino como simples ciudadanos en esta revolución, que  como ya se está viendo en la vida de cada uno de nosotros, nos va y nos está dejando profundas huellas. La tarea es entonces entender que la tecnología llegó para quedarse y no nos queda otra sino entenderla y hacerla nuestra aliada en nuestra labor formadora.

Comparte con tus amigos