Para nadie es un secreto la forma, ritmo y efectividad como un niño asimila la información que necesita tanto para identificarse así mismo como personita, así como a los demás, su entorno, sus necesidades, conjunto que le permite con el tiempo una comprensión de lo que es su vida y el mundo que lo rodea.

Es innegable la capacidad de aprender como por ejemplo un idioma además del materno a tempranas horas de su vida, acción que lo hace de la manera más natural. Su inquietud natural y disfrute de todo lo que es novedad para él, lo convierte en una máquina de aprendizaje que en casos excepcionales se conservan a lo largo de toda la vida llegando a ejemplos muy específicos como son los genios, que desarrollan habilidades únicas para aprender y asimilar lo que para el común de la gente es casi imposible.
Desde lo pedagógico podemos decir que en el cerebro naciente existe una predisposición natural hacia el aprendizaje, condición que hasta ahora no hemos podido descifrar con el fin de explotar esa condición innata para fines pedagógicos. Ni la escuela temprana ni mucho menos las instituciones superiores, han podido dar con la razón de por qué a medida que la persona crece y se desarrolla va perdiendo esa condición inicial, o predisposición al aprendizaje.

Naturalmente las ciencias pedagógicas han tratado de estableces paradigmas o visiones sobre la forma como una persona asimila su entorno y lo convierte en aprendizaje. Desde las clásicas más relacionadas con la forma como el hombre, como especie animal, aprende a partir de ver y repetir, hasta sendas teorías en las cuales explican el aprendizaje como un resultado de interacción cognitiva con la nueva información y su integración natural a su ser.

La clave de la escuela entonces está en encontrar la manera de conservar ese primer impulso innato y natural en los niños hacia el aprendizaje, para mantenerlo como constante a lo largo su crecimiento y mejor aún potenciarlo para convertirlo en el mejor de sus legados. En otras palabras focalizar los esfuerzos por motivar e incentivar esa condición natural, antes que embutirlo de conocimientos muchas veces por fuera de la naturaleza misma del estudiante.
Si partimos del hecho de que al contrario de lo que uno supone en cuanto a la acción de la escuela en el niño, encontramos cada vez un adulto con mayores dificultades para asimilar el ritmo de aprendizaje que imponen las nuevas tecnologías. Las quejas de las universidades frente a la efectividad formadora de los colegios es casi la misma por parte del sector productivo frente a las responsabilidades de las instituciones de educación superior, es decir, la efectividad del accionar educativo sobre los alumnos.
El proceso de aprendizaje en la persona adulta se está convirtiendo cada vez en un proceso complejo ya que son muchos los factores de índole personal y cultural que hacen que la persona ante todo madura muestre una resistencia natural al hecho de aprender.

La pregunta cuestionadora en este sentido es, ¿cómo lograr un aprendizaje efectivo en una comunidad adulta cuando el proceso de formación se desarrolla en ambientes virtuales? Consideraría que las dificultades a encontrar serían las mismas que en el aprendizaje presencial sumando claro está aquellas propias de la condición de virtualidad del acto educativo. El reto no es menor ya que como se mencionó, es doble la dificultad en todas aquellas personas que diseñan y desarrollan proyectos formativos en medios virtuales destinados a personal adulto.

Actualmente y gracias a los grandes desarrollos de la tecnología, aparecen gran variedad de recursos que en el papel pueden y facilitar la efectividad en los procesos formativos en medios virtuales. Esto puede ser y verídico, pero la cuestión es hasta qué punto lo visual, dinámico y llamativo garantizan un efectivo proceso de formación. No es despotricar de la tecnología, no, bienvenida sea. La reflexión es que si bien tenemos acceso a una gran variedad de recursos que pueden “facilitar” el aprendizaje, estos recursos están lejos del objetivo fundamental en el aprendizaje en adultos, como es cómo lograr que el adulto recobre esa habilidad innata que alguna vez de niños tuvimos y que nos permitieron conocer el mundo que nos rodea sin la necesidad de tener un celular, una Tablet o un computador en la mano.