La historia de la humanidad se ha caracterizado por ser el resultado de continuas revoluciones no necesariamente de aquellas que han representado conflictos bélicos, subidas y caídas de imperios. Han sido numerosas, silenciosas, pero no menos importantes para la humanidad y que han dejado mella en su evolución cultural. Recordemos lo que dejaron como legado épocas como la grecorromana y los cimientos de la democracia, la edad media y La cultura religiosa, el renacimiento y el desarrollo de las artes y la ciencia, hasta la revolución industrial y la tecnológica, con el mundo que hoy todos conocemos.
La generación del conocimiento y su significado a lo largo de todas estas épocas, ha estado presente como eje trasversal, siendo utilizado como mecanismo de aceptación o de negación de una realidad que a pesar de ser una, era interpretada de muchas maneras.
La educación y la forma como ésta influía en las sociedades no fue ajena tampoco a esta situación. Es solo recordar el grado de influencia que tuvo la religión en la educación y su peculiar forma de analizar lo divino y lo humano, para entender el carácter rígido y limitado con que la población tenía acceso al conocimiento, siendo este de uso exclusivo de un clero y de pocas personas con la facilidad y disposición, pese a las condiciones del medio, para hacerlo. La dinámica del conocimiento se redujo entonces al accionar de un cierto número de personajes que si bien y pese a las circunstancias, dejaron un gran legado a la humanidad.
Con el inicio de la era industrial, la caída de las monarquías y el surgimiento de las democracias europeas, se empezó un nuevo sismo en cuanto al flujo del conocimiento y su posterior masificación. Masificación lenta pero necesaria en respuesta a la necesidad de obra cualificada y al surgimiento de gran variedad de ocupaciones que de una u otra manera necesitaba un grado de determinado conocimiento para ejecutar la labor adecuadamente. El término formación empieza así su tibio y largo camino en la evolución social de la humanidad. Era de esperarse que en esos inicios, se valorara a la persona que por su capacidad individual, podía elaborar algo, solucionar determinado problema, o prestar un servicio artístico.
La educación recibe así un impulso gracias a la dinámica misma de la ilustración por un lado, y las necesidades crecientes propias de la revolución industrial. Se llegó a la necesidad de cubrir esa creciente demanda de conocimiento propia para esas épocas. Los movimientos revolucionarios y una creciente población ávida de conocimiento llevaron a la educación a establecer mecanismos y formas de ampliar el acceso a ese conocimiento, y ante todo una nueva dialéctica con respecto a lo que era la verdad.
Con el surgimiento de las nuevas tecnologías a mitades del siglo pasado supuso un nuevo reto. La masificación del conocimiento y más aún con las nuevas formas de comunicación, representó una nueva dinámica en cuanto al acceso del conocimiento. Ante la educación surgen nuevas inquietudes no solo ligadas al volumen creciente de la información y el acceso a esta, sino a las corrientes políticas y sociales que comprometían el sentido y deber de una verdadera educación.
La nueva forma de ver el mundo, los avances de la ciencia, llevaron también a la educación a reflexionar sobre sus procesos y métodos, convertidos muchos veces en verdaderos dogmas, que ya mostraban signos de ser obsoletos a la luz de los nuevos descubrimientos, reglas, principios que poco a poco iban moldando las nuevas sociedades ad portas de un nuevo siglo.
Con el nuevo siglo surge la era digital, el ciberespacio y el mundo de la web. El flujo de la información es tan abundante y la forma de acceder a esta, tan dinámica como variada, que las formas de compresión y asimilación de información quedó siendo obsoleta, y más cuando ya no es necesario saber sino saber dónde está esta.
Es claro que el ritmo de flujo de la información en todos los aspectos de la sociedad, la web, las redes sociales, los espacios virtuales representan no solo escenarios nuevos de aprendizaje, sino nuevas formas de ver la vida, para lo cual la educación puede y no estar preparada para entenderla y poder de esta manera insertarse adecuadamente a ella.
Queda a manera de conclusión entonces, la reflexión en el sentido si las escuelas de educación están al tanto de lo que pasa, como para dar respuesta efectiva y pronta a las nuevas exigencias, con el fin de que pueda moldarse rápidamente a las nuevas condiciones y ser el soporte que la sociedad espera de esta.